Por Leonardo Marcote
Ilustraciones Lita.Ce
Durante los 74 días que duró la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, ocupadas por el colonialismo inglés desde 1833, los soldados argentinos no sólo tuvieron que enfrentar al ejército Británico; de los más poderosos del mundo en ese momento, sino también sufrieron el hambre extremo, el frío y las agresiones físicas y psicológicas por parte de sus jefes militares.
El terrorismo de estado que se vivía en todo el país en 1982, se trasladó también Malvinas. Algunos soldados sufrieron torturas mientras se producía el conflicto.
“Hay soldados que murieron bajo fuego enemigo estando estaqueados desnudos de pies y manos por el Ejército argentino. Otros fueron enterrados hasta el cuello por haber robado un paquete de galletitas”, recordó Ernesto Alonso, ex combatiente.
De los 23.544 soldados argentinos que lucharon en las Islas, la mitad eran jóvenes que acababan de recibir el servicio militar obligatorio. Es por eso que el 70 por ciento de los soldados tenía menos de 25 años y, en su gran mayoría, eran oriundos del interior del país.
La dictadura militar estaba en su peor momento. La situación económica era insostenible y los trabajadores comenzaban a recuperar las calles. El 30 de marzo de 1982 bajo el lema: “paz, pan y trabajo” la CGT Brasil marchó junto a miles de personas por el centro de la ciudad.
Económicamente la dictadura no tenía salida. Algunos historiadores afirman que la guerra fue el último “manotazo de ahogado” que tuvo la junta militar para poder seguir en el poder.
El 10 de abril todavía no se había producido la guerra. Las tropas argentinas ya estaban en Malvinas y aguardaban la resolución del conflicto. En Buenos Aires se respiraba un clima de incertidumbre y confusión. Una gran manifestación de gente eufórica llenaba la plaza de mayo.
“Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, arengaba, el presidente de facto, Leopoldo Fortunato Galtieri, ante una multitud que festejaba y cantaba: “tero, tero, tero, hoy le toca a los ingleses y mañana a los chilenos”.
Gran Bretaña movilizó la fuerza de tarea más importante después de la Segunda Guerra Mundial. Argentina no tenía ninguna posibilidad de ganar esa guerra improvisada por la dictadura. En los 74 días que duró el conflicto 649 argentinos murieron: casi el 70 % tenían menos de 25 años. El pico de fallecimientos se produjo con el hundimiento del crucero General Belgrano, un ataque de Gran Bretaña que se cobró 323 víctimas.
Del total de soldados caídos en Malvinas: 296 eran jóvenes conscriptos que estaban haciendo el servicio militar obligatorio bajo el gobierno militar y que, meses después, fueron trasladados al conflicto. Pese a la poca experiencia militar que tenían mantuvieron combates extensos contra los soldados más experimentados del mundo.
“Sacando el hundimiento del Belgrano, la cantidad de muertos entre ambos países es similar, lo que habla de la efectividad de Argentina”, cuenta Fabián Calle, licenciado en ciencia política. “De hecho, puede leerse en el acta oficial que la rendición argentina no es incondicional, sino que es condicional. Esa frase fue aceptada por Gran Bretaña, lo que demuestra que ellos tampoco querían seguir peleando”.
La guerra de Malvinas tuvo en la primera línea de combate a miles de jóvenes que fueron los que resistieron y combatieron ante el avance de las tropas inglesas. Sus jefes militares, en cambio, no pisaron el campo de batalla.
Una vez terminada la guerra, el 14 de junio de 1982, los ex combatientes se enfrentaron a una nueva batalla contra el olvido y el silencio. Sin ayuda de los gobiernos de turno y sin contención psicológica más de 350 ex combatientes se quitaron la vida.