A 32 años. Walter Bulacio y su última canción de Los Redondos

Por Leonardo Marcote

Dos de las grandes pasiones de Walter Bulacio eran Los Redonditos de Ricota y San Lorenzo de Almagro. En cada partido del ciclón o recital de Los Redondos, él quería estar presente.

Walter tenía diecisiete años y estaba cursando el último año de la escuela secundaria. Por aquellos días, había conseguido una “changa” en un club de golf, cerca de su casa en Aldo Bonzi, que le ayudaba a solventar las cuotas de su viaje de egresados.

La noche del viernes 19 de abril de 1991 Los Redondos iban a tocar en Obras y Walter junto a sus amigos querían estar presentes. No tenían entradas, porque estaban agotados los dos shows que daría la banda, pero igual se mandaron al estadio. Tenían la esperanza de conseguir en la “reventa”.

Las horas pasaban y no habían logrado el objetivo. Desde el interior del estadio empezaban a sonar los primeros acordes. Walter y un amigo querían escuchar el show lo más cerca posible. Como una paradoja del destino Los Redondos arrancaron con “Nuestro amo juega al esclavo”, esa fue la última vez que Walter cantó una de sus canciones porque, minutos más tarde, sería detenido ilegalmente por la Policía Federal.

“Mucha tropa riendo en las calles, con sus muecas rotas cromadas, y por las carreteras valladas escuchás caer tus lagrimas”, arrancaba cantando el Indio ante la escucha atenta de Walter en las afueras del estadio.

La Policía Federal, al mando del comisario Miguel Ángel Esposito —máximo responsable de las torturas que Walter recibió en la comisaría y que días más tarde produjeron su muerte— tenía la orden de realizar cuarenta detenciones aquella noche. Por aquellos años, para la policía el público de rock no tenía buena prensa y, sobre todo, si era el público de Los Redondos.

Durante mucho tiempo, los recitales de la banda fueron mal fogoneados por los medios de comunicación diciendo que eran “peligrosos”. Eso hizo que la convivencia entre el público y la policía sea cada vez más difícil. Aquella noche el ensañamiento fue tal que la policía duplicó el número de detenidxs. Muchxs de ellxs eran menores de edad. Chicas y chicos detenidos ilegalmente fueron llevados como ganado en dos colectivos a la Comisaría 35°. Muchxs denunciaron que fueron golpeadxs antes y después de su detención.

A Walter le pegaron en todo el cuerpo, sobre todo en la cabeza. Estuvo varias horas tirado en el piso de la comisaría sin poder moverse y sin ninguna atención médica. Gracias a los gritos desesperados de lxs otrxs detenidxs fue trasladado de urgencia al Sanatorio Mitre.

El 26 de abril Walter murió a causa de un traumatismo craneano, ocasionado por los golpes que sufrió en la comisaría. Antes de morir, alcanzó a decirle a su papá que la policía lo había golpeado.

El comisario Esposito, máximo responsable de la muerte de Walter, recién fue condenado en el año 2013 a solo tres años de prisión, sin cumplimiento efectivo, y sólo por el delito de privación ilegítima de la libertad.