Por David Pike Lizarraga
“Vengo proponerles un sueño: Reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como nación. Vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la justicia. Vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos”, fueron las palabras de Néstor Kirchner aquel 25 de Mayo del 2003 durante su asunción como presidente de la Nación.
Tras el estallido del 20 de diciembre de 2001, la crisis orgánica del sistema de dominación que se expresaba en la multitudinaria movilización popular tenía como única respuesta la represión. El rechazo a la “clase política” sintetizada en el “Que se vayan todos” tenía su correlato en la organización popular del movimiento piquetero en las periferias y las asambleas populares en los centros urbanos (principalmente en el AMBA).
Seis meses después, la Masacre de Avellaneda obligó al presidente Duhalde, responsable de la misma, a convocar a elecciones anticipadas. La represión planificada sobre el movimiento piquetero díscolo terminó con la vida de Dario Santillan y Maximiliano Kosteki. En un país con más del 25% de desocupación y 60% de pobreza, el sistema solo cerraba con represión y muerte.
En las elecciones anticipadas, Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz y un “outsider” de la política nacional, producto de la fortuna y su habilidad para la “rosca” logró quedar en segundo lugar accediendo al ballotage. Entre quien salió primero, Carlos Menem y el quinto candidato solo lo separaron 10 puntos porcentuales de diferencia. El rechazo que generaba la figura del ex presidente riojano lo llevó a renunciar a la segunda vuelta y Kirchner quedó a cargo de la presidencia
Nestor debió afrontar su mandato en medio de la debilidad del resultado electoral, la crisis del sistema y una situación social desesperante. Si bien el movimiento popular vivía una situación de reflujo tras su avance inicial, el nivel organizativo y la necesidad de respuestas continuaban siendo altos.
La habilidad del presidente para aliarse con las principales organizaciones del movimiento piquetero y la estrategia de la transversalidad para unirse más allá de su propio partido con el progresismo nacional le dieron un aire inicial a su mandato.
El freno a la represión de la protesta social, que tantas vidas habían costado en la década anterior y la anulación de las leyes de impunidad de los genocidas de la última dictadura representó una esperanza para un pueblo sediento de justicia. “Los culpables de esas atrocidades van a ser juzgados ante la Justicia y con todos los derechos que ellos negaron a sus víctimas“, afirmó un Nestor hasta ese momento desconocido.
El rechazo a la intromisión del FMI en las políticas económicas del país y más tarde el pago total de la deuda externa que libraría al país de estas obligaciones representaron un cambio soberano en la política internacional. De las relaciones carnales de los ‘90 a la política de alianza con los países de la región y el multilateralismo internacional.
Los gobiernos progresistas de sudamérica le permitieron diseñar conjuntamente la estrategia soberana de rechazar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) promovido por Estados Unidos durante la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata. “No nos vengan aquí a patotear”.
Pero serán los vientos de cola de los altos precios de las commodities, especialmente de la soja, los que le permitieron al gobierno de Kirchner mejorar los índices sociales sin grandes cambios en la estructura económica del país. La reducción de los niveles de pobreza y desocupación fueron su mayor logró para superar la inicial debilidad de su mandato
Nestor Kichner logró reconstruir la legitimidad de un sistema de dominación que había entrado en crisis, su presidencia representó continuidades y rupturas que consiguió canalizar ese sueño de cambio dentro los márgenes de la política institucional.