Por: Leonardo Marcote
Ilustraciones: Lita.Ce
“San Pugliese”, “Antimufa”, “Pugliese, Pugliese, Pugliese” son algunos de los apelativos con los que se recuerda al gran maestro del tango, don Osvaldo Pedro Pugliese.
“Me llaman maestro… ¿Qué pretensión voy a tener de sentirme maestro, sentirme artista, si cuando yo voy caminando veo a la gente que está con la pala, otros que están en un negocio, otros barriendo las calles? ¿Con qué ventaja? Si yo me siento un laburante como cualquiera. La pelota la entiendo de esa manera, de otra no”.
Nació en el barrio de Villa Crespo, en el seno de una familia de músicos. En cuarto grado, abandonó el colegio para poder trabajar en una imprenta. De ese modo, consiguió los primeros pesos que le sirvieron para estudiar en el conservatorio. Al principio, le gustaba tocar el violín, igual que sus hermanos. Fue su padre quien lo convenció y le insistió para que tocara el piano. Para eso, una tarde que Osvaldo volvía de la imprenta, lo sorprendió regalándole uno. A partir de ese momento ese instrumento lo acompañó toda la vida.
En 1939, tuvo su propia orquesta y a todos sus músicos les transmitió los valores del cooperativismo. Ese método de trabajo le permitió no disolver la orquesta las veces que era detenido por su militancia en el Partido Comunista (PC). Los “muchachos” seguían tocando pero, a modo de homenaje, colocaban un clavel rojo sobre su piano.
“Me pasaron muchas cosas, pero me sostuvo la férrea voluntad de mantener la música popular. Otros con menos carácter hubieran abandonado, ese fue uno de los factores. El otro fue el sistema de la orquesta. Por ser una cooperativa, todos peleaban por su subsistencia, no era sólo el director que peleaba por su nombre”.
La Yumba, Gallo Ciego, Recuerdo, Patético, Remembranzas y Desde el alma, son algunos de los tangos que compuso y que hoy pertenecen al cancionero de la música popular argentina.
Como buen comunista, era admirador de la figura de Fidel Castro y de la revolución Cubana. En 1961, se dio el gusto de componer la música de Milonga para Fidel: “Para el gran Americano que nos enseñó a luchar por la dignidad del hombre, por la patria y por el pan”, decía una parte de la letra.
“Lo que yo he llegado a ser por propia voluntad y también con mi esfuerzo, se lo debo a todos mis compañeros de trabajo que, desde el año 39, estamos trabajando en el tango”.
Sobre el final de su carrera, llegó al Teatro Colón, lugar emblemático de la burguesía porteña. A sala repleta, hizo un repaso de su extenso repertorio.
Entre sus admiradores estaban Astor Piazzolla, con quien compartió escenario en más de una oportunidad; Charly García, Fito Paez, la Orquesta Típica Fernández Fierro y la banda de rock de los ex Callejeros, Don Osvaldo, la cual lleva su nombre a modo de homenaje.
Soportó detenciones y falta de trabajo, pero no negoció nunca sus principios. Su compromiso con el tango, con sus músicos y con sus ideas fueron inquebrantables hasta el día de su muerte, el 25 de julio de 1995.