A 50 años del Golpe de Estado en Chile: “Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”

|Ilustraciones: Emiliano Guerresi

Este 11 de septiembre se conmemoran 50 años del Golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende y marcó el inicio de una de las épocas más oscuras de la historia chilena. Las fuerzas armadas de Pinochet, bombardearon el Palacio de La Moneda, donde Allende resistió hasta la muerte. Momentos antes del asedio, se dirigió por radio al pueblo chileno, fue su último discurso.

“Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”. “El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición… Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes”.

El discurso de Allende fue transmitido quince minutos antes de que comenzará el asedio sobre la sede gubernamental, su testimonio quedará para la historia como muestra de la dignidad del presidente y de su entrega hasta la vida misma por la defensa del legado del pueblo trabajador. La muerte de Allende ha quedado hasta el día de hoy no esclarecida, aunque suicidió o asesinato no modifica la responsabilidad de los golpistas.

El régimen militar de Pinochet perpetuó un período de represión y terrorismo de estado con miles de víctimas de detenciones ilegales, torturas y desapariciones forzadas. El golpe marcó el inicio de políticas económicas neoliberales que profunizarán las desigualdades sociales y el empobrecimiento de las mayorías.

“Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!

Último discurso completo de Salvador Allende:

Ésta será, seguramente, la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares…, el almirante Merino… más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.

Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
¡Trabajadores de mi Patria!: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección.
El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el Comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios…
Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestras tierras, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo sobre la preocupación por los niños.
Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará…Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, la seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!

Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.