Por Federico Di Pasquale
Ilustra Brutta
Este 26 de julio se cumple otro aniversario del paso a la inmortalidad de la figura política femenina más importante del planeta, pero que quería, sin embargo, ser recordada “simplemente como Evita”. Son 72 años en los que su influjo no deja de crecer, representando a los sectores más humildes, golpeados por la exclusión y la pobreza, que nunca más se sintieron tan solos. Recordemos que advirtió al Coronel Perón, a quien tanto admira y ama, que los milicos lo iban a cagar y que, por eso, había comprado armas para armar un ejército del pueblo con la CGT. Perón desactivó el destino de las armas y las entregó a Gendarmería Nacional. Al poco tiempo, Evita enfermó y murió en 1952, y sólo 3 años después, bombardearon la Plaza, mataron a cientos de personas desarmadas e inocentes, entre otros atentados. Lo demás es conocido, derrocan a Perón, el exilio, la proscripción, el Decreto-Ley 4161 del 5 de marzo de 1956, que no permitía ni pronunciar su nombre, la demolición de sus obras, la contratendencia reaccionaria que viene a restituir el orden oligárquico.
Aún en 2024 hay una continuidad con aquellos odiadores seriales del peronismo y del pueblo. Que no son el vecino que odia al peronismo, ni la tía, ni la suegra, ni el vecino, ni ninguno de los que entró en el juego de lenguaje de los medios que lo informan, sino la oligarquía. Los ciudadanos de a pie siempre pueden venir si son convocados con políticas que los seduzcan. Y los que no quieran, allá ellos. Los otros son convencidos odiadores con poder y con intereses espurios de su clase social, que siempre han defendido la desigualdad usando todos los recursos que tienen a la mano: las fuerzas represivas, el recorte de políticas sociales, la direccionalidad económica que tiende a la concentración en pocas manos, la ruptura de las lazos comunitarios, la justicia adicta a esas minorías, entre otros.
Son esos que se hacen los dueños de todo, esa minoría que concentra el poder económico y político y que nos es inaccesible. En esos sectores habitan los militares, que son los que festejaron el cáncer de Eva, brindaron por su sufrimiento, la miraron muerta de forma lasciva, la escondieron y la hicieron desaparecer. Desde los años ‘70, por fin su cuerpo descansa en paz en el Cementerio de la Recoleta, en el panteón de los Duarte, a 5 mts. bajo tierra y en el segundo sótano. Sus restos fueron repatriados desde España, para evitar la profanación, terminando con una morbosidad que Perón también tuvo al embalsamar su cuerpo y guardarlo en la CGT hasta que se terminara la obra monumental donde reposará para el pueblo. Luego, Perón es derrocado, la obra es destruida, el cadáver es robado de la CGT por las Fuerzas Armadas y comienza un periplo que lo lleva incluso a Europa. Cae una suerte de maldición sobre los milicos mórbidos y el pueblo la vuelve Santa. Sólo la fortalecieron, porque no se puede encerrar el mensaje que ya fue lanzado al corazón del pueblo.
Fue una chica de pueblo, una actriz que amaba el radioteatro y que ha sido difamada por las clases ilustradas por dicho motivo. Sin embargo, las multitudes postergadas de la Argentina la aman hasta las lágrimas. La izquierda no la entendió, hasta el punto en que un intelectual marxista la denominó “Moderna Magdalena” luego de su muerte, mientras el pueblo la lloraba a mares. Eso es Evita, que siempre toma como brújula el sentir popular, una cuestión de sentimientos, dice en La razón de mi vida. No trata al pueblo como ignorante porque le gustan los santos populares y no dice que el cristianismo es el opio del pueblo. Quiere construir con lo que el pueblo sencillo ama y siente. No mirarlo desde arriba, a vuelo de pájaro. El pueblo pedía su santificación, mientras la izquierda vanguardista la consideraba una casquivana. Como mujer no encaja en medio de los cultores vernáculos del capitalismo occidental, ni del comunismo de Europa del Este, que no la entienden, que hablan de liberar a la Argentina del nacional fascismo peronista, que se terminan juntado con el imperialismo colonialista internacional porque no pueden leer la situación con anteojos criollos.
Pero Evita fue inconmensurable en términos políticos, fue un cuadro que no podemos dejar de admirar porque, en su vida mitificada y envuelta en penumbras por sus detractores, supo ser una figura política de una importancia astronómica.
Pasó por sobre nuestras cabezas por un breve lapso de tiempo, como una estrella fugaz a la que hay que pedirle un deseo o como un cometa que, antes de desaparecer en el horizonte, ilumina el cielo y la tierra por unos instantes, para volver a dejarnos en la oscuridad que ocasiona su ausencia. Pero nunca más nos quedamos tan solos como antes. Tenemos su luz, que alumbra demasiado. En cierto sentido, se fue pero nos dejó sus palabras, sus libros, sus declaraciones, sus discursos, su imagen, su ejemplo de vida, como velas o antorchas que nos guían en la oscuridad de la política argentina y que ciegan a los egoístas.
Como mujer política maneja dos de las tres ramas del Peronismo (la juventud sólo se consideró una cuarta rama en los ́70): ella se encarga de la parte sindical y de la rama femenina que armó directamente como Partido. Desde Evita, el sujeto social son los trabajadores, quienes se sentían referenciados por ella. Uno de los aspectos centrales en la construcción de poder, fue el vínculo entre Evita (como encarnación del Estado peronista) y los trabajadores. Fue central en la consolidación del sindicalismo peronista. Tuvo un rol importante con la CGT y la orientó para que busque objetivos de transformación económica y social. Ayudó a consolidar el binomio peronismo-CGT. Para Evita había que constituir un sindicalismo combativo. Era la manera en que creía que se debía defender la revolución justicialista. La cercanía con la CGT fue tal que el sindicato la propone como vicepresidenta para las elecciones del 11 de noviembre de 1951, candidatura que luego declina por la presión de las Fuerzas Armadas. Pero no era solamente que la CGT consolidaba a Evita en un lugar de poder y referencia, sino que el propio campo gremial fortalecía su estructura con Evita como candidata. Con la creación del Partido Peronista Femenino (PPF) en julio de 1949, utilizó para el armado una estrategia de penetración territorial, buscando mujeres dirigentes por todo el país, empoderando a miles que nunca se habían imaginado tener ese lugar, en un mundo de hombres, en donde la mujer tenía un rol determinado como madre y ama de casa. Además, odiaba la caridad de las copetudas, por lo que estaba al frente de la Fundación Eva Perón, por la Justicia Social, esas palabras sagradas que hoy por Milei son bastardeadas, hasta el punto que las llama aberración. Dicha Fundación transformó el desarrollo de políticas sociales, además de ser un legado para inspirar un futuro que tenga en cuenta la ampliación de derechos, la igualdad y la inclusión.
Hoy, si viera a los alimentos apelmazados en los galpones mientras el pueblo tiene hambre; si viera las frazadas escondidas mientras personas en situación de calle mueren de frío; si viera que los litros de leche que reparte el gobierno por orden judicial se los dan a la Fundación CONIN, que tiene la misma forma de pensar que la beneficencia que detestaba; si viera a los sindicatos combativos esperando a que el ejecutivo los reciba por buena voluntad, cuando tenemos un gobierno que nos llama enemigos y que vino para destruirnos; si viera a la dirigencia perdida en la banalidad, en luchas intestinas, en cuestiones de cartelera y luces de neón, con falsos protagonismos, sin horizonte programático, sin doctrina, sin abrir nuevos ciclos que no sean el “che, pibe” de los mismos de siempre que dan cátedra. Hay olor a naftalina en la dirigencia y ensimismamiento. Están jugando el juego de los espejos pero con pantallas de celulares.
Ella supo decir que tenía miedo de los propios compañeros, que se podían dar vuelta; no los cabecitas negras, los descamisados, los trabajadores, sino los del propio partido. Quizás, con su personalidad ardiente y fanática, ella mostraría un sendero claro, arrojando luz sobre los hechos. Pediría definiciones, preguntaría si esos son los compañeros o si por el contrario, son parte de los enemigos de los trabajadores. Cuando hay demasiados grises necesitamos volver a Evita para dividir las aguas y recordar de qué orilla del río queremos estar.
Que su bandera no se use para ser peronista con la mano izquierda pero liberal con la mano derecha.