Por Federico Di Pasquale*
Cuando en junio de 1963, La Fraternidad, que desde 1887 lucha por los derechos de los trabajadores ferroviarios, publica una solicitada en la que reclama por la desaparición de Vallese, el título de la misma es escalofriante por lo premonitorio: “¿Puede desaparecer una persona?”. Luego, descubriremos que sí y que no solo una persona, sino 30.000. En ese momento hacía 10 meses, el 23 de agosto de 1962, que un grupo de tareas había secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido al joven de 22 años, de la Resistencia peronista, obrero metalúrgico, delegado de la empresa Transfilación y Esmaltación de Alambres (TEA), Felipe Vallese. El final de la solicitada se parece a Los dinosaurios de Charly García al decir: “MAÑANA PUEDE TOCARLE DESAPARECER”. Porque era la anticipación de horror, de que los amigos de barrio, la persona que amas, todos pueden desaparecer. De no estar tranquilo, mi amor, porque es sábado a la noche y un amigo está en cana. Durante la década del 60, bajo el gobierno de Guido, con el peronismo resistiendo, Perón en el exilio, comenzaron las prácticas de secuestro, tortura y desaparición forzada de personas que durante la década siguiente serían una política de Estado sistemática. Secuestrado y llevado a la Comisaría 1º de San Martín, su cuerpo aún no aparece. Esa noche siendo aproximadamente las 23:00 hs. Felipe sale de su casa en Morelos y Canalejas (hoy Felipe Vallese) y se despide de Ítalo, su hermano mayor. Camina por Canalejas hacia Caracas. Al llegar a Canalejas 1776, es interceptado por unas bestias. La escena resulta desesperante. Un joven de apenas 22 años que se aferra a un árbol para aferrarse a la vida, presintiendo la brutalidad ante esa patota asquerosa. Lo golpean hasta que se suelta, lo cargan en una Estanciera y nunca más vio la calle.
Para no perder la memoria, en un contexto negacionista en donde la milicada asesina es visitada por Diputados de LLA y en el que la vicepresidenta reivindica a Astiz, en donde desde el oficialismo están queriendo liberar, achicar penas o lograr que tengan domiciliaria los dinosaurios, nos resulta fundamental la escritura, el ejercicio crítico, el volver a poner las cosas sobre la mesa, para volver a discutir lo que creíamos una etapa superada, pero que, como la historia es dialéctica, como siempre hay avances y retrocesos, debemos volver sobre pasos ya dados una y mil veces. Hegel sabía que la historia, aunque vuelva a pasar por el mismo lugar, nunca pasa de la misma manera, sino que siempre algo nuevo queda, la experiencia, el conocimiento, siempre hay nuevas síntesis. En este sentido, no debemos tampoco pensar que volvemos a estar en los 80, en donde la discusión era nueva y había que construir una mirada hegemónica de los DDHH, sino que, aunque parezca que la sociedad retrocede, sin embargo, hay capas de sentido sedimentadas, que nos hacen que nunca volvamos al punto cero.
Volviendo a Vallese, el Oficial Subinspector Juan Fiorillo, Jefe de la Brigada de Servicios Externos de la Unidad Regional San Martín fue el que dirigió el secuestro y las sesiones de tortura. Ese pedazo de matón, desde 1974, integraría la Triple A. Luego del 24 de marzo de 1976, fecha del golpe cívico militar, fue teniente del General Camps. Comienzan las mentiras, el engaño, la inhumanidad, porque mientras la familia y los amigos buscaban a Felipe, el Ministerio del Interior informa que jamás estuvo detenido en San Martín. Desesperación de no tener a quién reclamar porque el propio Estado desaparece personas y miente. La lucha mediática y por construir una hegemonía es indeclinable, si tenemos en cuenta que el Subsecretario del Interior en la época de Vallese era un abogado joven de 30 años, que tiempo después publicaría varios libros y tendría varios programas televisivos sobre política con mucho rating e influencia sobre sectores medios: Mariano Grondona.
El caso de Felipe Vallese es paradigmático. Por eso, con Villarruel y Milei no hay alianza ni reconciliación posible, porque con personas que reivindican la tortura, la violación, el robo de bebés, el secuestro y desaparición forzada de personas no hay acercamiento posible. No hay nacionalismo ni nada que justifique un acercamiento ni una aceptación. Las cosas claras. Que nadie con traje de progre juegue a justificar la bestialidad. Hay grietas que abrir, no que saldar. Hay veredas opuestas e irreconciliables. La verdadera justicia social no tiene nada que ver con la derecha, sino con los descamisados, con el humanismo y continentalismo. NUNCA MÁS pero de verdad, no con la liviandad esnobista de una descerebrada que visita a Astiz y a los días posa con sorna con el libro y que se pone por sobre la cabeza los patitos que le faltan en el interior del cráneo.
* Militante, filósofo plebeyo