Por Federico Di Pasquale*
Recuerdo en mi pubertad, cuando estaba en los primeros años de la escuela secundaria y nos gobernaba el menemato. En las paredes de varias escuelas parroquiales se pintaban murales, había carteles, festejando los 500 años de la evangelización. Era una gloria para ellos celebrar que los europeos occidentales habían llegado al continente para enseñar a sus habitantes la verdadera religión, la civilización. Seguían con la tradición yrigoyenista, que desde 1917, celebraba en esa fecha el “Día de la Hispanidad”, poniendo a los europeos en una categoría superior, sobre culturas a las que había que evangelizar, doblegar, explotar, saquear, violar, asesinar y esclavizar.
Se negaban otras identidades desde una posición racista, con supremacía blanca europea, peyorativa y xenofóbica. Se celebraba que los españoles habían podido imponerse sobre los pueblos indígenas, se negaba la identidad afroamericana. Se celebraba el “Dìa de la raza”, y así crecimos, yendo a misa y pensando que la conquista había sido beneficiosa; se nos decía que, de lo contrario, andaríamos todavía atrasados, sin progreso, creyendo que cualquier piedra o árbol era un Dios; que los españoles habían traído la verdadera religión, la verdad, y formas de vida modernas, contra el atraso bárbaro de las culturas autóctonas.
Desde el 2007 y por acción del INADI, Instituto Nacional contra la Discrimación, la Xenofobia y el Racismo (hoy cerrado por Milei) se presenta el proyecto de cambio de denominación para que el día de la raza sea “Día de la Diversidad Cultural Americana”. Aún hoy en 2024, escucho compañeros de trabajo que se ríen de esa denominación, de los kuka, kaka, bla, bla, bla. Un atraso subjetivo importante que nos muestra cómo han logrado operar en la mentalidad de muchas personas. El cambio de nombre se concretó con el Decreto N° 1584/10. Ya no se podía dividir a la humanidad en razas, aunque el gorila liber virgo promedio siga identificándose con la blanquitud europeizante que siempre habitó a nuestro país subjetivamente, sobre todo en las grandes metrópolis, que se pensaron como reflejos de grandes urbes sofisticadas de Europa: la París de sudamérica y porquerías así.
El decreto estableció que el 12 de octubre sea un día para reflexionar sobre la historia en un diálogo intercultural. Ya no conmemorar la conquista de América, valores las diversas culturas, hacer foco crítico en la violencia ejercida por los conquistadores, el vaciamiento cultural, la imposición religiosa, la esclavitud, la mita, el yanaconazgo y todas las formas de explotación. La importancia que los pueblos originarios y los descendientes afroamericanos tienen en nuestra cultura.
Hoy, con Milei, vuelve la mirada europeizante y negadora de la diversidad cultural. Vuelve la idea racista de la supremacía blanca, hasta hablan de superioridad estética esos bagayos. Es triste pero parece que hemos vuelto a 1992, cuando en la escuela habían pintado el mural que decía 500 años evangelizando. La situación de las comunidades originarias es de pobreza, expulsión por el corrimiento de la frontera agrícola, el agronegocio y los negocios inmobiliarios; hemos retrocedido a períodos pre peronistas. Sin embargo, me habita la esperanza, porque esto es Argentina y la acumulación de luchas está allí, como un acervo cultural, impregnado en el pueblo y por más que parezca que retrocedemos 100 años, nunca se retrocede del todo, porque la lucha queda, forma subjetividades, hay un acumulado que pronto o tarde va a emerger. El retroceso no es tal, y Milei solo está tensando la gomera con la que se va pegar solo en la cara. Recordar a David y Goliat. Ya lo veremos cayendo.
* filósofo descamisado.